Campeche, 31 de octubre de 2024.- Días antes de la llegada de las ánimas que acuden al Janal Pixan, en el cementerio de Pomuch se lleva a cabo un ritual minucioso y delicado que afianza la cercanía entre familiares aún después de la muerte: la limpieza de los Santos Restos, una tradición que orgullosamente se ha heredado de generación en generación.
Este encuentro entre vivos y muertos se realiza cada año con tranquilidad y respeto a partir de una semana antes de la celebración del Janal Pixan, el equivalente al Día de Muertos, y hasta el 31 de octubre que es el día previo a su llegada. Habitantes de Pomuch, comisaría de Hecelchakán, Campeche, retiran de los osarios los restos de sus familiares y limpian con cuidado cada uno de los huesos.
Para quienes son ajenos, este acto puede resultar extraño, sin embargo, para las personas que lo realizan representa una forma de “bañar” y “cambiar de ropa” a sus seres queridos previo a su retorno al mundo de los vivos.
Desde hace décadas, probablemente siglos, la limpieza de los Santos Restos es una tradición que todo Pomuch ha defendido porque forma parte de sus creencias mayas que representa la oportunidad de volver a convivir con aquellos que ya no están y ha logrado persistir gracias a los esfuerzos de las familias por garantizar la herencia generacional.
Incluso, desde hace años, las autoridades campechanas organizan eventos especiales para atraer el turismo a la comunidad y difundir esta tradición que es única en el país y es considerada patrimonio cultural de la región. Este 2024 se llevará a cabo el Festival de Día de Muertos, Pomuch para el Mundo, a partir del 31 de octubre con 21 actividades gratuitas.
En los días anteriores a la Comida de las ánimas, las familias llegan desde temprano al cementerio con velas, flores y artículos de limpieza. Para quitar el polvo de los huesos suelen usar brochas o cepillos de escoba y pueden ser nuevos o parte de las herramientas que usan cada año. Todos participan, desde los niños hasta los adolescentes, e incluso los más viejos del pueblo, quienes vienen haciendo esta limpieza de sus seres queridos desde hace décadas.
Como don Hermilo, quien tiene 95 años y cada año acude puntualmente a limpiar a sus padres, Guadalupe y Serafina, fallecidos hace más de 40 años.
Y está el otro caso, como el de una familia joven, quienes por primera vez enseñan a su hijo a realizar la limpieza de los restos de su bisabuela y de su abuelo.
“Es algo natural, convivimos con ellos, platicamos a veces con ellos de lo que ha pasado estos años… Nos da alegría, es una tradición que nos enseñaron desde niños y hoy me toca a mí enseñarle a mi hijo de 7 años”, comenta la mujer.
La primera limpieza se hace cuando el difunto cumple su tercer aniversario de muerto, se realiza la exhumación de los huesos y se le cambia a un osario, donde lleva un ropaje que consiste en una tela blanca con su nombre o las iniciales, decorada con ornamentos florales.
Algunos, como Guillermo, aún están aprendiendo a hacer esta labor de la limpieza del polvo acumulado durante un año. Es la primera vez que palpa los restos de su abuelo, Jorge Chi, quien falleció en un accidente hace 22 años. En todo este tiempo había observado cómo su madre y sus tías dedicaban cuidado a cada hueso. Se esmera primero con los más grandes, luego los más pequeños y de último el cráneo, donde muestra la fractura fatal que dio muerte a su abuelo, mientras su hijo, el bisnieto del difunto, observa.
“Es emocionante, hay sentimientos encontrados. Tenía 9 años cuando falleció, era alto y moreno”, explicó Guillermo.
“Desde los tres años que sacaron a mi papá, cada año venimos las tres hermanas. Ahora mi mamá ya no viene porque ya está cansada. Mis abuelos así lo hacían, cuando éramos niños nos traían. Ahora mis nietos se meten a limpiar. Ellos van a conservar la tradición”, expresó María, hija del difunto.
Limpiar los restos de los familiares es un acto de cuidado que se realiza por los herederos de esta tradición, siempre y cuando las condiciones lo permitan. Algunos de los familiares de los difuntos expresan que no siempre pueden venir a verlos, pero que, no obstante, realizan un esfuerzo para estar presentes en estos días y compartir tiempo con quienes se adelantaron.
“Yo no vivo cerca. Mi mamá es de aquí, y quiere que la entierre en Pomuch, le digo, ¿no quieres que mejor te entierren donde yo vivo? Pero me dice que no, que ella quiere que la vengamos a visitar aquí”, compartió Alejandra, hija del difunto Jorge.
Aunque es una labor de gente cercana, para no dejar de cumplir con la tradición, las personas que no pueden realizar la limpieza se la encargan a los sepultureros del Cementerio de Pomuch, a quienes se les paga desde 40 hasta 80 pesos por limpiar una osamenta completa.
Los familiares también aprovechan estas fechas para pintar y decorar los nichos de sus seres queridos, hacer labores de limpieza en exteriores y transitar por los pasillos del cementerio y observar cómo cada grupo extrae los Santos Restos a la luz una vez más.
Pese a que esta tradición convoca a decenas de turistas, los habitantes de Pomuch, en su mayoría, creen que es positiva esta exposición mediática. Para ellos afianza el sentido de identidad que los diferencia de otros pueblos que han perdido ese contacto con los restos de sus muertos.
“Es bonito que conozcan cómo convivimos con familiares que han dejado este mundo”, comparte una de las asistentes.
Fuente: La Jornada Maya