El político portugués señaló los tres males mayores que afectan al mundo: la impunidad, que se repite en todos los grandes conflictos actuales -en Gaza, Líbano, Ucrania o Sudán-; la desigualdad, que se agrava cada vez más entre los países y dentro de las fronteras de estos; y la incertidumbre que generan el cambio climático y una inteligencia artificial (IA) descontrolada.
Como suele ser habitual en este foro, el secretario general pasó revista a los mayores problemas mundiales, tanto los derivados de las guerras y las divisiones geopolíticas como de las brechas sociales y tecnológicas, y aunque dijo que «los retos a los que nos enfrentamos no son irresolubles», su diagnóstico fue sombrío.
Invadir otro país y devastar sociedades sin costo alguno
Sobre la impunidad, lamentó que un número creciente de países sientan que pueden violar la carta de la ONU y las leyes internacionales humanitarias, «invadir otro país, devastar sociedades enteras o ignorar olímpicamente el bienestar de su propia población».
Dijo que esta actitud prepotente se encuentra en Oriente Medio, en el corazón de Europa y en el Cuerno de África, y se detuvo especialmente en Gaza, donde la guerra ya va a cumplir un año con un saldo devastador de 41 mil 300 muertos palestinos. Ahí lanzó una pregunta a Israel (sin nombrarlo) y a la comunidad internacional sobre el futuro después de la guerra.
«¿Cómo puede aceptar el mundo el futuro de un Estado (Israel) que incluye un gran número de palestinos sin ninguna libertad, derechos ni dignidad?», exclamó. Y cosechó una salva de aplausos cuando recordó que «nada puede justificar el castigo colectivo en Gaza».
Y si en el pasado, durante la Guerra Fría, había líneas rojas y guardarraíles, «uno siente que no existen hoy, ni tampoco tenemos un mundo unipolar», y definió el mundo actual como una especie de purgatorio «donde cada vez más países llenan los espacios de la división geopolítica y hacen lo que quieren sin rendición de cuentas».
Sobre la desigualdad, recordó que «no es una cuestión técnica ni burocrática; en el fondo, es una cuestión de poder con raíces históricas», y apuntó que en los últimos tiempos esto se ha agravado, pues de entre los 75 países más pobres del mundo, dos tercios están peor que hace cinco años; en este mismo periodo, los cinco hombres más ricos del mundo han duplicado sus fortunas.
43 por ciento de las riquezas en manos de uno por ciento de población
El uno por ciento de habitantes del mundo poseen 43 por ciento de los activos financieros del planeta y, sin embargo, en muchos países los gobiernos dan regalos fiscales a grandes empresas y a los ‘ultrarricos’ que van en detrimento de inversiones en salud, educación o protección social, criticó Guterres en lo que pareció una alusión velada a Estados Unidos.
Y «los que tienen poder político y económico, y los que creen tenerlo, son siempre reacios al cambio», pero a ellos les recordó que «si no hay reformas, la fragmentación es inevitable, y las instituciones globales perderán legitimidad, credibilidad y eficacia».
En lo referente a las incertidumbres, dijo que el mundo va entendiendo que un futuro sin combustible», mientras la gente de a pie soporta los costos de la catástrofe climática.
En cuanto a la IA, reconoció que va a cambiar todo lo que conocemos, pero se preguntó en qué dirección: «¿Hacia más libertad o hacia más conflicto?, ¿hacia un mundo más sostenible, o una mayor desigualdad?, ¿a estar mejor informados, o a ser manipulados con más facilidad?».
Advirtió contra un hecho constatable, y es que unas pocas compañías han acumulado un enorme poder sobre la IA sin la menor supervisión, y recordó que solo un control global puede evitar lo que llamó «la Gran Fractura».
Fuente: La Jornada Maya